16 Oct Camelias de Tokio: Una historia de primavera y color

La primavera pasada tuve la fortuna de viajar a Japón. Fue mi primera vez en ese país que tanto había imaginado, y aunque solo pudimos quedarnos en Tokio, fue suficiente para enamorarme por completo.
Tokio es una ciudad de contrastes infinitos. Hay espacio para todos los intereses: arte, moda, gastronomía, historia. Como artista, sabía que los museos serían parte fundamental del viaje. Pero mi esposo es un apasionado de las plantas, así que decidimos equilibrar las galerías con algo igualmente importante: los parques y jardines. Haber viajado en primavera nos regaló algo inesperado: ver la ciudad florecida en todo su esplendor.
Los museos siempre son una fuente de inspiración. Me gusta observar cómo cada cultura se aproxima a la representación visual, cómo cuentan sus historias a través de la forma y el color. Pero al final, lo que siempre me termina moviendo más, lo que realmente me da ganas de pintar, es la naturaleza. Caminar entre jardines, perderme en los detalles de una flor, sentir la luz filtrada entre las hojas.
En esas caminatas descubrí las camelias japónicas. Son árboles enteros cubiertos de flores vibrantes, de un rojo carmesí tan saturado que parece irreal. Tomé cientos de fotografías. Quería capturar cada pétalo, cada sombra, cada matiz. Sabía que al volver a casa querría pintar algunas de ellas.
De regreso en mi estudio, comencé a pensar en cómo presentar esas flores. Quería que fueran el centro absoluto de la composición, sin distracciones. Investigué formas de simplificar fondos y estructuras, y me encontré revisitando el Art Nouveau. Ese movimiento es conocido por sus marcos orgánicos, sus motivos repetitivos que abrazan figuras humanas o paisajes. Me pregunté: ¿qué pasaría si invirtiera esa lógica? ¿Si en lugar de enmarcar personas, enmarcara las propias flores?
Así nació esta pieza. La primera de la colección. Una camelia roja en todo su esplendor, acompañada de un fondo verde, su complementario natural. Quería que el color vibrara, que la flor respirara sobre el lienzo, que el espectador pudiera sentir algo de lo que yo sentí en aquellos jardines de Tokio.
Si esta obra resuena contigo, si te gustaría tenerla cerca o simplemente conocerla un poco más, puedes verla en mi tienda. A veces una pintura encuentra su lugar, y me encantaría saber si este podría ser el tuyo.

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