Sakura: La sutileza del cerezo en flor

Una de las razones por las que elegimos viajar a Japón en primavera fue precisamente esa: la temporada de los sakura. Los cerezos en flor son un símbolo profundo en la cultura japonesa, y la forma en que los podan allí transforma los jardines en algo verdaderamente icónico. Visitamos Ueno e Inokashira, y recuerdo caminar bajo esos árboles sintiendo que el tiempo se detenía.

Muchos artistas han pintado los sakura. Es comprensible. Son árboles hermosos, delicados, llenos de una suavidad que invita a la contemplación. Pero mientras caminaba entre ellos, lo que me atrapó no fue el árbol completo, sino la flor misma. Quería acercarme, observar lo que muchas veces se pierde en la distancia.

Porque la flor del cerezo no es simplemente blanca o rosa. Cuando la miras de cerca, descubres un gradiente sutil que va del centro hacia afuera: blancos que se mezclan con rosas pálidos, toques de lila, grises azulados que aparecen y desaparecen según la luz. Es una paleta silenciosa, casi susurrada.

Pero hay algo más. Las hojas que crecen junto a los racimos de flores tienen una particularidad que me enamoró. No son puramente verdes. Tienen un rojo profundo que en algunos puntos se transforma casi en morado. Ese contraste entre la suavidad de los pétalos y la intensidad de las hojas fue lo que finalmente me decidió a pintar esta obra.

Quería capturar esa tensión delicada. Ese momento en que lo sutil y lo vibrante conviven en la misma rama. Esa es la esencia de esta pieza: una invitación a detenerse, a mirar de cerca, a descubrir lo que solo se revela cuando prestamos atención.


Si esta obra te habla, si sientes curiosidad por verla más de cerca, puedes encontrarla en mi tienda. A veces una pintura guarda algo que solo tú puedes ver.

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